Tranquilo y recostado en el mueble de la sala leo un libro de autor desconocido cuando escucho un deslizamiento por debajo de mi puerta. Es un sobre, de esos que dejan a diario los volanteros. Cuando lo tengo en mis manos puedo ver que aparte de ser de un banco, tiene mi nombre. El sobre dice con letras grandes “Adquiere las cosas que siempre soñaste”. Adentro es más bonito. La hoja de papel bond, impresa a colores y estimadamente dirigida a mí me ofrece un préstamo de hasta 5,000 dólares para adornar mi casa y me dan una lista de otras cosas más que podría adquirir con este dinero. Claro está, pagándolo en cómodas cuotas mensuales. Con lupa puedo ver en la parte de abajo acompañando a un asterisco, todas las restricciones que esto aplicaría y la tasa de interés. Alegremente hago el sobre pedacitos y lleno un poco más mi tacho de basura.
Tuve padres bancarios. De niño recuerdo haberla pasado muy bien, con una casa – residencia grande, tres empleadas, regalos en todas las navidades y viajes. Hasta que papá renunció y fue cuando empezaron las mudanzas, las restricciones y los préstamos. Hasta ese entonces, tenía una buena impresión de los bancos pues nos habían dado de comer durante bastante tiempo. Luego, las deudas que se formaron por intentar mantener la educación y el nivel de vida acostumbrado nos causaron cada vez más resquebrajos en el autoestima y en nuestra estabilidad familiar. Alguna vez escuché que 200 dólares extras en una casa podrían evitar muchos divorcios. Mis padres no llegaron a tanto, pero casi. Y todo por renunciar a un banco. Y todo por pedir ayuda a otro. No los maldigo, son necesarios, pero aún así, los detesto. Qué es mejor ser “del” banco o ser “el” banco. Obviamente que lo segundo. El problema es que no todos podemos serlo y aquí surge nuevamente el siguiente dilema.
Pongamos este caso. Soy pobre y nunca he tenido educación financiera. Me gano el premio mayor de la lotería y entonces me informan que lo mejor es o poner un negocio o comprar acciones o dedicarme a los bienes y raíces. ¿Qué posibilidades hay de que mantenga a flote las inversiones y las haga producir si nunca antes lo he hecho? Pocas, seguramente. Ahora supongamos que he tenido una larga vida de fracasos y recompensas pero más de estas últimas, con las que me he permitido amasar una inmensa fortuna en base a la experiencia. Me embaucan y lo pierdo todo ¿Qué tan difícil me será recuperarlo? No tan difícil por supuesto, lo he hecho toda mi vida.
Robert Kiyosaki lo dice claramente “los ricos enseñan a sus hijos a seguir siendo ricos y los pobres a los suyos a seguir siendo pobres” (Padre Rico, Padre Pobre).
Conozco personas que apenas consiguen un trabajo estable solicitan su tarjeta de crédito y la revientan los fines de semana. Otros practican el hábito del “ahorro” pero apenas les urge comprarse algo “destrozan el chanchito”. Todo esto promovido por una sociedad en extremo consumista, acribillada a diario por anuncios publicitarios y estereotipos que promocionan productos y servicios que se vuelven tan necesarios como la vida misma. El caso es que los medios de comunicación en complicidad con las grandes empresas nos venden la idea de la vida acomodada como si fuera accesible a todos. “Te lo mereces”, “La vida es una sola, disfrútala” son algunos de los mensajes que se han vuelto clichés en nuestra sociedad. Pero pongámonos a pensar, si por disfrutar la vida me endeudo con algo que me va a ahogar todos los meses y perjudicar la salud con el agobiante estrés y la insatisfacción de que el dinero que gano va directamente al banco o a las cómodas cuotas mensuales, ¿realmente disfruto la vida?
Entonces ¿qué hacer?. La solución fácil sería: Eres pobre, quédate como pobre. Eres rico, quédate como rico. Para los que no quieren esa solución, es posible tener hábitos de ricos no siéndolo. Algunos piensan que los ricos son los que más gastan. En realidad los ricos son los que menos gastan en proporción a lo que ganan. Los pobres son los que más gastan. No llegan al fin de mes y ya tienen empeñado todo y siempre salen con la frase: “el dinero se va volando”. Pero no todos tienen amigos ricos que nos enseñen qué hacer con el dinero. Y si los tienen muy pocos son los que enseñan sus trucos. Lo que no muchos saben es que para todo se estudia. O bueno lo saben pero dejan de lado algunas cosas evidentes. La pregunta es simple y surge de otras aún más lógicas: Si quiero ser médico, ¿qué debo estudiar? Pues claro, medicina. ¿Si quiero ser abogado, ingeniero, poeta? Creo que ya sabemos a dónde vamos. Si quiero ser rico, pues debo estudiar la riqueza. Hay libros sobre ello, lo que sucede es que la mayoría de personas los ubica en la sección autoayuda y el orgullo no les hace entrar en la cabeza que pueda haber gente que se haya dedicado a escribir sobre cómo es que hizo producir el dinero.
No todo el contenido de estos libros es para todos. Como los textos de medicina, son para aquellos que realmente quieren conocer la materia. Aún así el que no me interese ser médico no quiere decir que no me vayan a servir los primeros auxilios. Algunas nociones básicas siempre son necesarias en cualquier aspecto de la vida. Podría ser escritor y vivir de las regalías pero mis hijos y nietos se lo acabarían todo.
El que tenga entendimiento que entienda.
sábado, septiembre 30, 2006
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1 comentario:
q buena frase final
ja!
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