Esta es la historia. Claudio Gómez nacido en primavera y en América tuvo, desde la nalgada de la partera, un particular tono de voz. Sí, cantaba como gallo, y no fue su culpa ni la de su madre, más bien del padre que, por caracterizarse de mujeriego, se acercaba más a la descripción del plumífero. Y siguiendo el principal postulado del ocamismo, siendo las cosas iguales, se toma como verdadera la explicación más simple.
Este niño, con el pasar del tiempo, pues, se hizo mayor y por intentar cosas nuevas, llegó a detestar ese sonidito madrugador que perturbaba a los vecinos a cualquier hora del día. La perjudicada era su madre, claro, que recibía todas las quejas y amenazas por tan particular engendrito. Así que un buen día abrió la puerta de su casa y cerrándola con fuerza en un gesto de poderosa decisión, salió a buscar respuestas.
Pasó por el lado de un caballo al que luego de mirarlo durante un buen rato y gesticular señales reservadas solo a genios y locos, logró imitarlo con facilidad. Lo mismo hizo con un sapo y una vaca. Las respuestas iban llegando solas. Él ya no era una mala copia de su padre el gallo del gallinero, pues comprobado estaba que su habilidad gutural iba desarrollándose y acomodándose al medio.
Bien convencido de esto y con la cerviz en alto decidió dar un paso más grande aún. Imitar a todos los animales existentes del mundo, porque su madre le había dicho que si bien uno tenía un don había que perfeccionarlo. Su primer punto, para empezar, fue el Parque de las Leyendas, pero alguien le dijo que un incendio se había producido en su interior y que les echaron la culpa a las llamas.
Así que resignado voló al África, Bueno ya, se fue nadando, aprendió también de los pececitos, su popular blu, blu, pero más estilizado claro. Osea blue, blue, blue Llegando al continente africano, (ahí sí que hay animales), imitó monos, leones y culebras, pero como nada llega tan fácil se topó con su primer problema, las jirafas, y él que no había traído escalera y ellas que no emiten sonidos fuertes. Frustrado, salteó a estos espigados animales y continuó con el resto, pero permanecía en él el deseo de volver a intentarlo. Al fin un buen día aprovechó que una de ellas se agachó para beber un poco de agua y se acercó para escuchar lo que decía y al no oir nada, Claudio, visiblemente enfadado le tiró una patada tan fuerte en la cabeza que esta se quejó. Aquel quejido lo usó como excusa para regresar triunfante a su América querida, esta vez en avión.
Claudio Gómez el que imitaba a todos los animales y el quejido de una jirafa llegó en la tarde del domingo 31 y murió de faringitis esa misma noche.
He vuelto!
sábado, septiembre 08, 2007
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