sábado, septiembre 09, 2006

En este mundo, de Arco Iris

En “Racism Explained to My Daughter” (New Press 1999) Tahar Ben Jelloun habla con su hija. Ésta le pregunta -protegida en su inocencia- acerca del racismo. Él responde psicológicamente y en un lenguaje dirigido a jóvenes entre 8 y 14 años. El marroquí está convencido de que los adultos son como el árbol que creció torcido y que seguirán creciendo en la dirección ningúnlado-trópica respecto a esta idea. Las ideas son claras y precisas y es uno de los textos más recomendados sobre este tema. La solución que plantea para combatir este mal como conclusión final en su libro es dirigirnos a la educación y fomentar desde los gobiernos e instituciones el conocimiento de la mayor cantidad de culturas posibles. Aquí un fragmento:


- ¿Tienen sentido del humor, los racistas?
- No, los racistas no tienen sentido del humor. Y, además, suelen estar de mal humor. Sólo saben reírse de los demás con mala intención, poniendo en evidencia sus defectos, como si ellos no tuvieran ninguno. Cuando el racista ríe, es para mostrar su pretendida superioridad. En realidad, está enseñando su ignorancia o su voluntad de hacer daño.
- Cuando somos estúpidos, ¿somos racistas?
- No, pero cuando somos racistas, somos estúpidos


Recibiendo a diario mensajes de la vida palpable y mediática podemos captar una realidad frustrante. La solución presentada por Ben Jelloun tendría que ser aplicada tomando en cuenta varios aspectos profundos. En varios países el racismo está tan asentado y escondido que solo se puede constatar en los resultados de las encuestas, cuando favorecen a un candidato que lanza protestas y reclamos nacionalistas contra los inmigrantes y países vecinos con los que existen rivalidades históricas. Lo hemos visto en Bolivia, acá en Perú y para los que somos sensibles al ruido temblamos cuando escuchamos al tozudo representante de Venezuela hacer declaraciones. Pero esto no solo sucede en los países de abajo. Un solo ejemplo (de incontables) es que en Austria aunque en las últimas elecciones hayan perdido el poder, en el 2000 fueron ganadas por una derecha que acusaba en sus manifestaciones a los extranjeros no europeos de ser los causantes de todos los males del país.

En nuestro país es difundida la idea del habitante de la sierra como un ser hábil con la mano de obra pero ignorante en aspectos básicos de la civilización moderna tomándose el calificativo de su origen muchas veces como un insulto. El cholo que cholea al cholo por ser cholo es visto en todos los grupos sociales de la urbe. Son muy pocos quienes están orgullosos de las raíces de su raza por el trato discriminativo del que son víctimas y del que, para defenderse, se convierten en tristes cómplices. En un ámbito en el que se confunden las razas y en el que no se tiene definido quién es de qué color si negro, blanco, marrón o amarilllo no se pueden esperar muchas actitudes comunes alentadoras.

El mal racista se endurece aún más cuando los que dicen ser discriminados voltean la torta y se convierten en atacantes. En Estados Unidos los grupos de negros se protegen incluso más que los de otros colores. Miran con malos ojos los compromisos interraciales y prefieren conservarse puros. Lo mismo ocurre con los orientales residentes en otros países. Las colonias japonesas y chinas son muy restrictivas al respecto. Curiosamente en los mismos países orientales este fenómeno no se da con tanta fuerza como fuera de él. En el Perú, algunas razas aborígenes de la selva aún continúan considerándose superiores y toman como ofensa cualquier intento de combinación.

La contraparte de todo esto es (acompañado de muchos otros más autores) el libro de Ben Jelloun que lucha por poner su granito de arena -que para muchos es una playa entera- ante este mar de agresión. Las manifestaciones en todo el mundo como aprovechar el merchandising (pulseras antirraciales), las actividades de los organismos de protección y cada persona que ha sido educada con la semilla de la sensibilidad también hacen su parte y nos recuerdan a los que estamos en contra de este mal que no estamos solos y que la lucha por la igualdad, siendo una utopía, siempre tendrá a los dos bandos así de fuertes. Yo me quedo con Ben Jelloun y los niños; en algo se podrá ayudar.



Anexo Ficcional - No Ficcional

Plinio

En la antigüedad a las sales que se obtenían del metal Plomo se les llamaba Sales de Saturno. Con el desborde de la era industrial quienes padecían de intoxicación crónica por exposición al plomo, sales y demás eran llamados Saturninos aunque se tenía conocimiento de que este tipo de mal existía desde los inicios del Cristianismo. El término “Saturnino” fue empleado siglos después para designar a la nueva raza que dejó la excesiva emisión de este metal por las fábricas de la guerra del acero. Los saturninos tenían un período de gestación de solo 5 meses y su peso al nacer no sobrepasaba los 2 kilos.

Plinio, nacido de color plomo, fue el Saturnino más representativo de la época post guerra. De padres Negro y Blanca tuvo una infancia anormal pues fue uno de los primeros de su raza en nacer y la nueva condición aún no era asimilada por la sociedad. Sus padres tuvieron especial cuidado con esto. Aún así lo pusieron en el colegio y universidades a las que todo el mundo asistía lo que les llevó a desarrollar una defensa contra las burlas y críticas.

Siempre estuvo acompañado del cariño de sus padres. En su autobiografía puede leerse: “Mis padres me decían desde pequeño que mi color era especial, y que los demás aún no lo entendían y que debía perdonarlos por ello. Yo entraba entonces en conflicto porque no podía odiarlos, pese al daño que me hacían pero yo a mis padres les hacía caso en todo y creo que eso ayudó” Ayudó porque descubrió y demostró que el cambio era posible y dedicó su vida al respecto. Estudió y enseñó, movió masas, cambió la historia y murió asesinado con una bala de estaño. Todo un personaje.